jueves, 11 de junio de 2015

Terminó la veda: tres grandes aprendizajes de las elecciones intermedias


El reciente ejercicio electoral que vivimos los mexicanos, ha dejado varios aprendizajes que, como ciudadanos y de cara a un proyecto de transformación social, no podemos desatender. Independientemente de los resultados obtenidos y del grado de desacuerdo o incomodidad que tengamos hacia estos, hay tres grandes lecciones que debemos tomar para seguir en esta cruzada.
La primera y más valiosa: el porcentaje de participación es el más alto que hemos tenido en lo que va de este siglo, para una elección intermedia. Casi la mitad de quienes podemos hacerlo nos manifestamos, de manera explícita ante las urnas. A pesar del escepticismo  que hacia la penosa clase política tiene la población, o tal vez debido a él, la voluntad popular no se dejó de manifestar. Con todo y que grupos anti-democráticos se propusieron sabotear las elecciones en diferentes ciudades, los propios Ciudadanos defendieron este derecho y estas se llevaron a cabo, prácticamente en todo el territorio nacional. Y la voluntad del pueblo se ha respetado, aun en aquellos casos en que los resultados han sido sorprendentes. 
Si ese mismo entusiasmo, esa participación decidida, ese apego a la ley (después de todo, votar es una prerrogativa pero también una obligación que tenemos como mexicanos) y ese optimismo en que nuestro protagonismo puede modificar las cosas, lo ponemos en práctica todos los días que hay entre una elección y otra, este país va a cambiar muy rápido. Sin duda.
La segunda que ya sabíamos pero a veces no tenemos presente: La llegada al poder de candidatos ciudadanos, partidos alternativos y posiciones no predecibles, solamente comprueba algo que sabemos pero a ratos parecemos olvidar: nada puede impedir lo que la voluntad ciudadana sumada y por las vías institucionales hagamos que suceda. Yo estoy seguro que en Nuevo León, Tlajomulco de Zúñiga, Zapopan, Michoacán, algunas de las Delegaciones Políticas del D.F. o hasta en la muy penosa Cuernavaca, se manifestó la voluntad ciudadana, producto de la coincidencia de los votantes, en las diferentes causas que pudieron llevar a ese desenlace. Imaginemos lo que podría suceder en todo el territorio nacional si más que por coincidencia, por deliberación, acuerdo, organización y coordinación, la ciudadanía cerráramos filas y empujáramos una misma causa y en la misma dirección. 
La gran enseñanza es la reiteración de que la voluntad ciudadana es más poderosa que la “penosa clase política” y puede ir en contra del status quo, tan solo con una acción que dura unos segundos o a lo más minutos (el tiempo que te llevó acudir a la casilla y ejercer tu voto). Así como la ciudadanía a través del voto, derribó o encumbró a más de un@, podemos darle fin a muchos años de cultura de la corrupción.
La tercera aunque un poco triste, muy reveladora: hay que aceptarlo, algunos candidatos electos más que esperanzar, preocupan, cuando no hasta atemorizan (y hasta pena llegan a dar) a gran parte del electorado. Nuestra incipiente y muy rudimentaria ruta hacia la democracia es sumamente abierta: admite viejos políticos reciclados, figuras de la escandalosa farándula, deportistas en decadencia, jóvenes recién egresados de la universidad, ex-presidiarios, bueno, hasta payasos, literalmente hablando. Y en la elección que han hecho las mayorías, se pueden trazar y distinguir perfiles de preferencias fuertemente influidas por el hartazgo, el escepticismo y hasta la burla y el sarcasmo. 
Algunos de los recién electos representan un “coqueteo con el absurdo”, como una forma de encontrar una solución a la penosa relación con la clase gobernante que nos agobia y desgasta cada día más. Habrá que ver, solo el tiempo dirá, si esta “nueva categoría de candidatos” habrá de ofrecer una alternativa útil o solamente una muestra desesperada de una ciudadanía que, paradójicamente sigue buscando en la clase gobernante, la transformación de la sociedad.

En suma y con el ánimo de extraer los aprendizajes de lo sucedido en esta reciente justa electoral, no perdamos de vista todo lo que podemos conseguir los ciudadanos, con algo que parece tan nimio, como el ejercicio del voto libre y deliberado. Pero tampoco apostemos a este, la solución a todos los pesares que la cultura de la corrupción nos produce día a día.
Esperar de la clase gobernante no está mal, mientras no sea más de lo que esta puede ofrecer. Y hasta hoy no ha demostrado mucho.
Esperar mucho de la clase gobernante sin antes cumplir como ciudadanos es, en todo caso, el error sistemático de la población.
Ellos deberán hacer lo que les toca y ya lo habremos de poder juzgar.

Nosotros, los Ciudadanos asegurémonos de hacer nuestra parte: cumplir antes que solamente exigir.