Para los mexicanos que nacimos el siglo
pasado hay cada vez más una clara convicción de que los diferentes gobiernos,
independientemente de sus colores y su bandera, solo han conseguido aumentar el
escepticismo hacia su efectividad. Todos los días, en prácticamente cualquier
medio, de manera formal e informal la versión es la misma: los gobiernos han
fracasado. En el pensamiento colectivo nacional, no existe unanimidad hacia un
episodio o caso en el que la opinión narre lo contrario, pero abundan, por no
decir, dominan, las opiniones acerca de la decepción total de todas las
experiencias de gobierno, en los tres niveles, municipal, estatal y federal.
Sean los ejecutivos, los legislativos o los judiciales, todos son llevados al
mismo lugar: una penosa colección de desastres y desengaños.
El ciudadano promedio ha perdido la fe
acerca de los beneficios de toda fórmula de gobierno. Ya sea por ineptitud, por
deshonestidad corrupta, o por lo minúsculo de sus beneficios, el ejercicio de
gobierno tiene un claro sinónimo: el fracaso.
La condición no entraña un hallazgo
novedoso, pero no deja de ser muy inquietante que los mexicanos que
pertenecemos a muy diferentes generaciones, desde la “Generación S” (los sometidos,
nacidos entre 1917 y 1939), la “generación Sandwich (o Baby Boomers, nacidos
entre 1940 y 1961), la llamada “Generación X” (nacidos de 1962 y hasta la
entrada de la década de los 80´s, testigos de R. Reagan, M. Jackson, la
emergencia de la tv y la cultura light), la “Generación N” (de net, nacidos en
la plenitud del fin de siglo y quienes no conciben la vida sin las redes
sociales), todos, nos encontramos identificados por un denominador común: la desilusión proveniente de cualquier forma
de gobierno que haya existido en los últimos 75 años.
El mexicano promedio, el que mira la tv,
escucha noticias, lee los diarios o, simplemente intercambia las opiniones
emanadas de los más actuales medios de comunicación digital, opina básicamente
lo mismo: toda fórmula de gobierno es un desastre, a cargo del contribuyente.
No podemos establecer que la causa de todos los males que aquejan a nuestra patria es la clase política que dirige y decide desde el gobierno, pero no podemos negar que de ésta no se puede esperar gran cosa hoy y menos en el futuro.
Esa es la realidad hoy y desde hace más de cuatro décadas de nuestra penosa clase política. Esa es la Primera Premisa que sustenta el esfuerzo que la Ciudadanía debemos hacer para cambiar la realidad.