No es fácil echar a andar una iniciativa de
transformación social, por varias razones.
La primera, porque es un esfuerzo contracultural; trabajar para
transformar a la sociedad supone remar a contracorriente, ser incómodo y
enfrentar a la costumbre. Nada fácil de conseguir si la intención no es
compartida por un nutrido grupo o por voces sonoras, pues entonces, más que un
transformador la iniciativa corre el riesgo de parecer una excentricidad. Quien
encabeza un esfuerzo de transformación social desde la soledad de sus ideas,
sus ideales y sus aspiraciones personales, corre el riesgo de sucumbir ante el
peso de la mayoría. Pero renunciar a ellas en aras de ganar la aceptación y
disfrutar la aprobación, significa corromperse a sí mismo, negándose en aras de
los demás.
El segundo reto que entraña una iniciativa
de esta naturaleza es el de proponer hacer algo distinto para diferenciarnos de
lo que hoy somos. La paradoja de actuar
diferente a quienes o lo que no queremos ser, en la inteligencia de que muy probablemente
ya lo somos. Transformarnos como sociedad, sin obedecer a una voluntad
emanada del poder, significa el doloroso trabajo de mirarnos al espejo y
decidirnos a dejar de ser lo que ahí miramos. Eduardo Galeano decía “…somos lo que hacemos para cambiar lo que
somos”. No hacer nada nos reduce entonces; una sociedad conformista y
dejada, es una sociedad que simpatiza con lo que hacemos mal. Pero hacer lo
necesario para cambiar lo que somos, conlleva el dolor de aceptar primero lo
que somos. Nuestra sociedad es causa, mas que consecuencia de la corrupción que
queremos combatir. En cierta medida, este
reto consiste en combatirnos a nosotros mismos.
De la mano de lo anterior, en un tercer orden
de ideas, un proyecto de transformación
está, de origen, impregnado de escepticismo y de pesimismo. Decía Henry
Ford, “…tanto si piensas que puedes, como
si piensas que no puedes, en ambos casos estás en lo cierto”. Y de entrada, hay que aceptar que una
iniciativa de transformación tiene su ancla en el escepticismo y el pesimismo
del no se puede; de no ser así, más
que proponer transformar, solamente necesitaríamos administrar el cambio
natural de las cosas. Siempre que alguien levanta la mano y se propone actuar y
conmina a los demás a seguirle, tiene al menos dos opciones: el éxito y el
fracaso, pero por alguna razón cultural, en
nuestro país simpatizamos más con lo segundo. Y al respecto, si de algo
sirve, el mismo Ford decía: “…los que
renuncian a hacerlo son mucho más numerosos que los que fracasan haciéndolo”.
En estas lides el pesimismo y el escepticismo son inevitables, pero no por ello delimitan las posibilidades.
En consecuencia de todo lo arriba dicho, un emprendimiento en esta materia, demanda
de un valor, y una determinación atípica, pues no solamente se enfrentará a
la inercia de la costumbre, sino a la incomodidad de la denuncia y la
probabilidad (sino es que hasta el deseo ferviente de otros) del fracaso. Transformar
a la sociedad no es cosa de todos los días ni tampoco un impulso gregario. No
sucede por una ocurrencia ni se concreta de un plumazo y, es por ello que para ser exitoso requiere del liderazgo de la
ciudadanía. Un liderazgo que no es un rasgo de unos cuantos, sino una
creencia de un@ y en un@ mism@. Emprender
un esfuerzo de esta naturaleza sin apostar nuestro resto por delante es
consentir el status quo. En esta cruzada solo puede haber líderes de un
lado y observadores pasivos del otro y, estos últimos, corren el riesgo de ser
además, cómplices que hallan cómodo mantener las cosas como hasta ahora están.
Nuestra propuesta para impulsar una
iniciativa para transformar la cultura de la corrupción ya tiene forma y ahora se precisa de tu definición para llevarla
adelante. Cualesquiera que sea su forma, se basa en las premisas que tanto ya
hemos recalcado. Pero antes de sumarte a ella se requiere tu definición: ¿de
que lado deseas estar? ¿estás dispuesto a enfrentar estos inevitables
obstáculos y que hemos descrito?
Si deseas ser un líder protagonista y estás
dispuesto a afrontar estos obstáculos entonces estamos listos a comenzar. Pero
se requiere de tu posición manifiesta.
El silencio no es una respuesta.